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La estatua de Chente que no se parece a Chente.

Revista Guadalajara

Actualizado: 12 oct 2019


El error del escultor al aceptar la comisión para producir un retrato ecuestre de un cantante emblemático de la ciudad, y del nacionalismo basado en charros, canciones rancheras y mariachi, su fallo radica en no ser lo suficientemente honesto para no reconocer que su capacidad estaba por debajo del caballo. Las facciones y la condición de reproducir a una persona especifica conllevan una responsabilidad que debe de estar presente a lo largo de todo el proceso, si el autor se desentiende y atribuye los desajustes a la intervención de los fundidores, esto quedaría avalado si muestra registro previo de lo que el realizo.


Sin embargo y esto queda evidente para muchos, no sólo los expertos emergentes que en cuanto a arte sobran críticos, que hasta un niño notaría lo remoto del parecido de Vicente Fernández, lo cual es una lastima dado el mínimo respeto que se le debería a una figura cultural de esta región. El caballo que desde el modelo tenía las patas cortas, no daba buena pinta a futuro, y el mismo ojo experto del cantante lo detecto según cuentan, es triste además que en lugar del homenaje y el espacio público otorgado, que dicho sea de paso; pagado con dinero del erario, ahora todos hablen más de la falta de parecido que del necesario reconocimiento del personaje.

Hay una responsabilidad implícita en tomar un encargo y cumplir con lo pactado, más cuando tratamos con una cuestión ligada a los bienes de la ciudad y la cultura.

Recibir criticas y que estas denuncien las deficiencias es parte del ejercicio de una obra puesta a la vista y juicio de todos, lo contrario significaría una imposición desde el poder, que no es el caso, no dudo que las autoridades sean receptivas del malestar generalizado y del lamentable resultado de está comisión.

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