Nota de Prensa* revistaguadalajara@gmail.com
Hay una especie de sentimiento que impide a los asistentes a concursos de arte emitir opiniones de modo abierto, es siempre más sencillo el elogio que nos hace sentir que formamos parte de esa alegría, aunque en muchos casos sea celebrando un tipo de logro mediocre.
¿Por qué debe de haber una exigencia de calidad? Como primer pregunta, si hablamos de concursos de tradición gestados con dinero del erario, y seleccionado por personas de prestigio en el ámbito, pero a veces anónimos, el panorama de lo que obtenemos de participantes que aspiran a destacar del muestreo de los que se animaron, deberían de poner un esfuerzo de calidad, y no sólo de estilo, el cual no lo miden bajo ningún estándar racional y se terminan refugiando en el valor de la expresión personal.
Antes de definir que premian o cómo otorgan un reconocimiento, el formar parte de la selección ya tendría que avalar un criterio de referencia, sin embargo la muestra del salón 2019 esta tocado por la desgracia del dengue en la cultura local. Si el "Chente Móvil" con patas cortas ya traía avisos de desgracia en cuanto a la calidad del arte local, el Salón de Octubre le ha puesto la estrellita en cada herida y agujero en construcción.
Las jóvenes promesas y talentos consolidados cuentan con este espacio para reencontrarse y ver que daño hacen las inauguraciones con cocktail de aguas locas. El arte sale sobrando cuando lo que cuenta es el formar parte ya sea con obra de menor calidad a toda su producción general ( porque es el caso de la mayor parte de ellos), muchos son artistas de calidad, sin embargo parecen haberse sumado a una venta de cochera con cuadros relamidos y carentes de cualquier forma de aporte. Esta claro que el amor al prójimo no fue nunca uno de los valores prioritarios del arte, no en una religión ligada al relumbron del evento social para presumir entre las tías y los vendedores de dulces del barrío.
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